COLABORACIÓN

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AITOR SARAIBA

Textiles del despertar

Yo, Luna, quiero contarte una historia que ocurrió hace mucho tiempo, en España, en una era en la que místicos y artistas se guiaban por la luz de las estrellas y de mi brillo nocturno.

En ese tiempo vivía un tejedor de sueños y lienzo, famoso por la destreza de sus manos, que parecían extensiones del mismo universo.

Bajo mi luz, dedicaba noches enteras a entrelazar la lana y la seda. No lo hacía con hilos comunes, sino con unos impregnados de un oro tratado de forma especial.

Cada nudo que creaba era un punto de intersección entre la luz infinita y el alma humana, un mapa que delineaba el árbol de la vida en cada una de sus creaciones. Sus telares eran altares donde el hilo y la aguja danzaban al ritmo de antiguas melodías, que entonaba en silencio y había aprendido de sabios de otros tiempos.

Una noche, el artesano se sumergió en un trance profundo. En su éxtasis, distintas visiones lo guiaron a tejer una túnica que además de vestir, también abrazaría el alma de quien la portara.

Con cada hilo que cruzaba, el artesano invocaba una bendición. La túnica, al ser terminada, resplandecía bajo mi luz, como si en ella se hubieran capturado fragmentos de estrellas y la tranquilidad de la noche.

Quien se envolvía en ella no solo se vestía de belleza: se sumergía en un viaje del alma que lo llevaba a explorar las profundidades de su ser y a tocar la esencia misma de la creación. Era una prenda que sanaba, que enseñaba y que transformaba.

Los que la portaban, guiados por la sabiduría de la Cábala, encontraban en sus hilos un diálogo mudo con lo eterno, con lo divino. El artesano, con sus manos y su corazón, había logrado tejer un puente entre el cielo y la tierra.

Sin embargo, la túnica, con su poder y belleza, pronto comenzó a despertar la codicia en corazones no preparados para comprender su verdadera esencia. El artesano, consciente de que no todas las almas estaban listas para abrazar la profundidad de su arte, decidió que debía protegerla.

Así, bajo una noche estrellada, con el murmullo del viento como cómplice, la ocultó en un lugar donde solo la verdad del espíritu y la pureza del corazón podrían revelar su paradero. Se convirtió en una leyenda, en un secreto esperando ser descubierto por aquel que, como su creador, buscara unir el cielo y la tierra con hilos de oro y luz.

La túnica, escondida de aquellos que la buscarían por vanidad o poder, aguarda el momento en que un alma sabia y gentil, guiada por la sabiduría de la Cábala y la luz de las estrellas, la encuentre de nuevo y continúe el legado del artesano. Un legado tejido en el lienzo del universo, bajo la atenta mirada de una luna eterna que susurra historias de magia y misterio.

Proceso

Para nuestra Colaboración 31 presentamos el trabajo de Aitor Saraiba, un artista español que ha dejado su huella en el mundo del dibujo, el arte textil y la cerámica durante las últimas dos décadas.

Su obra, que ha trascendido fronteras desde Los Ángeles hasta Tokio, y ha sido reconocida con premios como el ICON al artesano del año por El País y el Mérito Regional de Castilla La Mancha, refleja su maestría en la recuperación de técnicas tradicionales en el arte contemporáneo.

En su propia voz, Aitor describe el nacimiento de su trabajo como una serie de piezas que «tienen un significado espiritual y biográfico importante y son una forma de sanación personal y de búsqueda de comprensión de mi lugar en el mundo».

Inspirado por la Cábala —una antigua tradición mística del judaísmo que busca explicar la relación entre Dios y el universo—, ve a su obra como un espejo de su alma, una narrativa que se entreteje con la historia y el misticismo de su país.

El proceso creativo de Aitor es tan orgánico como sus propias obras: «Las ideas suelen nacer de una palabra, una imagen, un paseo, un abrazo, una despedida”, cuenta en entrevista, “una emoción que por algún motivo siento la necesidad de recrear de algún modo en el mundo físico». Es esta espontaneidad la que infunde vida y autenticidad a cada una de sus creaciones.

Viviendo en una casa de piedra en la montaña, Aitor encuentra en el silencio y la meditación consciente las respuestas que busca: «Mi trabajo, puntada a puntada, es una meditación consciente que no termina jamás, es mecerme a mí mismo», dice. Este retiro a los orígenes le ha permitido conectar con la naturaleza y con un estilo de vida que considera el mayor lujo del mundo.

Aitor lleva consigo un diario, un compañero fiel donde anota las emociones y sentimientos que luego explora en su obra. Para él, «vivir lento hoy día es el mayor lujo del mundo, y a veces sin darme cuenta lo consigo, y eso me encanta».

Las piezas que Aitor trae a México en exclusiva para Loona —tres piezas de arte textil y unas medallas tipo escapularios— son un canto a la vida y al arte, imbuidas con la energía especial de su madre, quien le enseñó a coser. «Son piezas que he creado con mucho amor», afirma, y en ellas se refleja su misión de «intentar ser un transistor del Universo».

En un mundo que clama por la sustentabilidad, Aitor ve el zurcido y la reparación como «una de las únicas soluciones». Su amor por México y su deseo de aprender de sus técnicas y tradiciones se reflejan en su obra, que es una exploración continua de la cultura y la espiritualidad.

Nuestra Colaboración 31 es una ventana al alma de Aitor Saraiba, una oportunidad de experimentar su devoción por la Luz y su corazón. Con Loona, Aitor comparte no solo su arte, sino también su visión de un futuro sustentable, un futuro que, como él dice, «es en el que tenemos que poner todas nuestras energías».

Colaboradores

Aitor Saraiba

Aitor Saraiba, artista de dibujo, arte textil y cerámica, ha expuesto su obra desde Los Ángeles hasta Tokio, incluyendo Portugal, Italia, Reino Unido, África y España. Autor destacado de «El hijo del Legionario» y «Por el Olvido», recibió el premio ICON de El País en 2022. Colaborador de museos renombrados como el Prado y Thyssen, es reconocido por revitalizar técnicas artísticas tradicionales.

 

 

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AITOR SARAIBA

Las piezas que Aitor trae a México en exclusiva para Loona —tres piezas de arte textil— son un canto a la vida y al arte.
Siempre inspiradas en la cábala, ahondando su trabajo entre el misticismo y la devoción, poniendo su total energía al servicio de la Luz.
Piezas creadas con mucho amor, además la madre de Aitor le ayudo en algunas de ellas, y al ser ella quien le enseñó a coser, traen consigo una energía muy especial.