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Nash by Nati

«Mi Santuario»

La historia de la alfarera

Yo, Luna, quiero contarte una historia que ocurrió en un pueblo escondido entre las colinas, donde vivía una alfarera.

Esta mujer, conocedora de las antiguas tradiciones y amante de la naturaleza, sentía que su arte debía trascender la mera creación de objetos. Soñaba con infundir vida a la arcilla, con darle un propósito que fuera más allá de su simple belleza o funcionalidad.

Inspirada por las antiguas leyendas de conexiones mágicas con la naturaleza, se propuso crear algo que nunca antes se había intentado: un árbol de cerámica.

Dedicó varias noches enteras a esta tarea. Yo la iluminaba con mi luz, mientras sus manos bailaban con la arcilla, moldeándola con una pasión nunca antes vista. Para ella, este material era el aliento de la tierra, un pedazo de naturaleza que podía contar historias, transmitir sabiduría, conectar almas.

Mientras modelaba el árbol, reflexionaba sobre el impacto de sus acciones, sobre la urgencia de vivir en armonía con el entorno. No quería que su creación fuera solo una muestra de habilidad técnica; soñaba con que encarnara principios de amor por el planeta, de equilibrio con la naturaleza. Veía en su labor una manera de recordarle al pueblo sobre la importancia de respetar los ciclos naturales, de escuchar lo que el viento y la lluvia susurraban.

Tras meses de trabajo, terminó su árbol. Era una figura imponente: sus ramas suaves reflejaban la paciencia y la sabiduría de la tierra. Pero a pesar de su imponente apariencia, era un símbolo vivo de los sueños de su creadora.

Una tarde, mientras el atardecer teñía el cielo de tonos rojos y dorados, un anciano y barbudo viajero visitó el taller. Al ver el árbol de cerámica, comprendió de inmediato lo que la alfarera estaba buscando. Lo tomó, lo plantó en un jardín y con un gesto simbólico, vertió agua alrededor de la base del árbol y pronunció palabras de bendición. El árbol comenzó a brillar suavemente, y sus ramas parecían moverse con una brisa inexistente, reflejando el alma de la tierra que le había dado forma.

El árbol de cerámica se convirtió en un punto de reunión para el pueblo, en un símbolo de renovación y esperanza, que inspiró a todos a mirar más allá de sus necesidades inmediatas, a entender que cada acción, cada creación, tenía el poder de afectar al mundo.

Proceso

A lo largo de la historia, la cerámica ha capturado la esencia de los pueblos, contando historias de innovación, espiritualidad y conexión con la naturaleza.

Desde las antiguas vasijas griegas que narraban mitos y hazañas de dioses y héroes, hasta las porcelanas chinas que simbolizaban el estatus de sus dueños, este arte ha sido siempre una expresión fundamental de la identidad humana. Y es, precisamente, el que da vida a nuestra Colaboración 34.

En esta ocasión, presentamos el trabajo de Natalie Priede, fundadora y directora creativa de Nash by Nati, iniciativa desde la que presenta diversos objetos creados con este material. Cada uno sumamente especial. Para ella, la cerámica representa mucho más que un medio artístico: un viaje de autodescubrimiento y conexión espiritual.

En entrevista con Loona, Natalie nos habla sobre su proceso creativo y su trabajo con la cerámica, un proceso que describe como una terapia que le da «una sensación de libertad como en ningún otro momento».

Para crear cada pieza, es el material el que guía sus manos hacia la creación de objetos que son una extensión de ella misma. Es esta relación lo que transforma su trabajo en un acto de meditación, donde cada pieza refleja una parte de su santuario interior. «Benditos los días grises, porque sale el color de adentro», comparte Natalie, citando a su amiga Adina Shor, al hablar sobre la fuente la inspiración de las piezas que presentamos en esta Colaboración, las cuales se desarrollaron durante días lluviosos que le permitieron la introspección y, por supuesto, la creación.

La naturaleza también juega un papel crucial en su trabajo sirviendo como musa y maestra, enseñándole la importancia de la paciencia y el respeto por los procesos naturales. Para Natalie la conexión con el entorno y cómo este influye en su trabajo es primordial, buscando siempre crear desde un lugar de amor y calma, con el objetivo de transmitir estas sensaciones a quienes interactúan con sus piezas.

En tiempos donde la urgencia por cuidar de nuestro planeta se hace cada vez más evidente, Natalie reflexiona sobre la rapidez del mundo moderno y la importancia de avanzar a un ritmo consciente y sustentable. «Necesitamos más corazón y menos prisa», afirma, destacando su compromiso con prácticas que respeten y honren a la Tierra.

Su proceso creativo, marcado por la espera y la observación, se convierte en un recordatorio del valor de la sustentabilidad y el impacto que nuestras acciones tienen en el medio ambiente.

Las piezas que Natalie ha creado para la Colaboración 34 de Loona son un testimonio de su viaje personal con la cerámica e invitan al espectador a experimentar la paz y tranquilidad que ella encuentra en el acto de crear. Cada pieza es un diálogo entre su autora, el material y el mundo que nos rodea, y reflejo de su profunda curiosidad y exploración.

Mirando hacia el futuro, Natalie ve el diseño sustentable como una oportunidad para regresar a prácticas ancestrales y procesos bien hechos. Su visión del futuro es una donde el arte y la creación se alinean con el respeto hacia nuestro planeta, un futuro donde cada paso en el proceso creativo es considerado y valorado.

Con Nash by Nati y Natalie Priede al frente, nuestra Colaboración 34 se convierte en una ventana hacia un futuro donde el arte, la sustentabilidad y la conexión personal se entrelazan, ofreciéndonos una visión de un mundo más consciente. Más armónico.

Colaboradores

NASH BY NATI

Fundada por Natalie Priede, diseñadora apasionada por la estética y los procesos orgánicos, Nash by Nati busca inspirar a través de artículos significativos para momentos especiales de la vida.  A través de esta iniciativa, crea objetos únicos hechos de cerámica para la vida diaria, uniendo los rituales con experiencias memorables. Sus piezas unen emociones humanas y diseño, ofreciendo infinitas posibilidades.

 

 

 

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Piezas especiales, que se convierten en piezas personales, acaban siendo parte de nuestra vida diaria, perteneciendo a lugares que se convierten en santuarios, esos espacios que nos dan paz, que nos alinean y conectan.