El Aleph

Yo, Luna, quiero contarte una historia que ocurrió en un rincón olvidado de Buenos Aires, en un taller bañado por mi luz, en donde una artesana se enfrentaba a su telar.

No era una tejedora común; en sus manos yacía el poder de tejer telas, sueños, tiempo y memorias.

Esta mujer, cuyo nombre se perdía en el susurro de las calles, había descubierto un secreto ancestral: un punto de tejido, un patrón, que cuando se ejecutaba correctamente, revelaba un Aleph en el corazón de sus creaciones. Un Aleph, como Borges lo describiera, era un punto en el espacio que contenía todos los otros puntos, un lugar donde convergían todas las miradas del universo.

Al principio, había utilizado este conocimiento para capturar la esencia de Argentina en sus tejidos – la textura de los Andes, el susurro de los bosques de Tierra del Fuego, los colores vibrantes de Buenos Aires. Cada prenda era un universo en sí mismo, un fragmento de la realidad argentina tejida en lana merino y fibras naturales.

A medida que su arte evolucionaba, la diseñadora comenzó a ver más allá. Además de los paisajes de su país, en el entrelazado de sus hilos había capturado los momentos de la vida cotidiana, los ecos de un tango que resonaba en las calles, las conversaciones de gente que se reunía alrededor de una taza de café.

Su taller se convirtió en un santuario, un lugar donde los límites entre el tiempo y el espacio se desvanecían. Aquellos que entraban podían ver, en la complejidad de sus tejidos, la belleza de una prenda, la historia de un pueblo, la danza de la naturaleza y la armonía del cosmos.

En una ocasión, la mujer rezó para que la escuchara. Me pidió que la iluminara para crear una colección que fuera música para el alma, en donde texturas ligeras, tonos pasteles y tintes naturales, honraran la ligereza y la belleza duradera.

Lo más impresionante de su labor es que había logrado ocultar un Aleph en cada diseño. Quienes vestían sus prendas experimentaban una conexión profunda con el mundo, un sentimiento de unidad con la naturaleza y la humanidad.

La artesana, en su taller protegido bajo mi luz, había tejido un puente entre el arte y el espíritu, entre las personas y el universo.

Su legado era un camino hacia un futuro en donde cada hilo nos recordaba nuestra conexión con todo lo que nos rodea, un futuro donde cada prenda era un Aleph: un portal a la belleza infinita del mundo.

Proceso

Recibimos la primera luna nueva del 2024 con nuestra Colaboración 33. En esta ocasión, hemos invitado a la marca argentina Maydi, de la diseñadora María Abdala-Zolezzi.

Esta firma nos pareció una gran elección para iniciar este ciclo por la manera en la que integra la riqueza natural y cultural de Argentina con un enfoque innovador en el diseño y la sustentabilidad, materializado en prendas únicas de knitwear.

Desde sus inicios, la visión de María fue clara. En 2014 se hizo una pregunta concreta: «¿Cuáles son los principales recursos que tenemos en el país para crear una marca 100% local?» Su respuesta la llevó a descubrir el tesoro de la lana merino y otras fibras naturales argentinas, sentando las bases para un proyecto que combina lo local con lo sustentable y lo ancestral con lo contemporáneo.

El proceso creativo de Maydi es una exploración sensorial, como lo recuerda en entrevista: «Mi proceso creativo comienza a partir del contacto con las fibras,» afirma, enfatizando la conexión íntima con cada material seleccionado. Cada temporada presenta un nuevo reto y una nueva oportunidad para integrar materiales sustentables en diseños únicos y contemporáneos.

La inspiración también proviene de otras fuentes. «Mis primeras inspiraciones surgen de la naturaleza, y también del contacto con cada fibra», comenta María. Esta inspiración se ve enriquecida por viajes, observaciones de la vida cotidiana, arte, música y experiencias personales, todo lo cual se refleja en cada diseño de Maydi.

Comprometida con el impacto ambiental y social, la marca adoptó, desde su creación, un enfoque de producción local y a medida, evitando el exceso de stock. «El propósito como marca era fomentar la producción local y la producción a medida sin generar stock», recuerda. Esta filosofía se extiende al uso de fibras naturales, como la lana, el bambú y el cáñamo, seleccionadas por su biodegradabilidad y bajo impacto ambiental.

Para María, uno de los logros más destacados ha sido «ser la primera diseñadora argentina en obtener la certificación Wildlife Friendly, y estar posicionada como una de las marcas latinoamericanas que se adhiere a los principios de comercio justo y cuidado del medioambiente». Esto refleja no solo el éxito comercial de la marca, sino también su compromiso con un modelo sustentable y ético.

La colección que Maydi presenta en México a través de Loona, titulada «Al son de una canción», resulta una oda a la ligereza, la versatilidad y la belleza sustentable. «Fueron piezas pensadas en la ligereza de sus texturas y tramas, en tonos pasteles y tintes naturales», recuerda María, subrayando el carácter atemporal y artesanal de cada pieza.

Mirando hacia el futuro, la diseñadora ve a Maydi como un faro de esperanza y un modelo a seguir en el diseño sustentable. ¿Su visión? «Continuar en el mismo camino con las expectativas de ser un ejemplo para las generaciones futuras». Con Maydi, María Abdala-Zolezzi le ha dado vida a una filosofía de respeto y amor por nuestro planeta y sus recursos.

La colaboración con Loona marca un hito importante para esta firma, fusionando arte, moda, sustentabilidad y ética. Como afirma María: «Estoy muy feliz de formar parte de Loona, un espacio donde se conjuga el arte, la moda, la sustentabilidad y los valores éticos».

Esta Colaboración resulta entonces una celebración de la artesanía latinoamericana y un paso adelante hacia un futuro más consciente y respetuoso con el medioambiente.