El gobierno busca regular las importaciones textiles para frenar los vertederos de ropa en el Atacama y fomentar la economía circular.
En un rincón polvoriento del desierto de Atacama, la región no polar más seca del planeta, montones de ropa usada están esparcidos sobre la arena, donde permanecen, descoloridos y desgastados, bajo el sol.
Mientras la neblina marina se desliza sobre una elevada meseta costera, encima de la ciudad de Iquique, en el extremo norte de Chile, la brisa hace crujir bolsas de plástico repletas de ropa de segunda mano.
Pilas de prendas se extienden hasta donde alcanza la vista: lotes de uniformes de enfermería, cargamentos de zapatos, fardos de overoles de trabajo y los descartes de la moda rápida de la temporada pasada, aún con las etiquetas de tienda.
Pero el gobierno de Chile ha dado un paso decisivo para abordar la crisis ambiental que aqueja al desierto de Atacama.





